jueves, marzo 03, 2005

Honor a quien Honor...

Don Manuel y Doña Lucero, ambos personas cultas y versados en etiqueta, con veinticinco años de casados vieron su matrimonio al borde de la ruptura por algo que para cualquiera de nosotros parecería ridículo (es impresionante la cantidad de rupturas, a todos los niveles, que se dan por cosas que son “ridículas” o deberían serlo), en un tiempo en que los divorcios estaba mucho pero mucho más mal vistos y menos frecuentes que ahora.

Todas las mañanas doña Feli llegaba con el desayuno, pan tostado para ambos, para ella una toronja, café, leche y por supuesto mantequilla para untarle al pan…
¿Cuál de estos elementos podrías ser considerado el más capaz de acabar con una relación de veinticinco años? Teóricamente ninguno, pero fue la mantequilla…

Para Doña Lucero la mantequilla solo se puede comer civilizadamente si se raspa delicadamente del tope de la barra, formando una delgada lámina que se unta posteriormente en el pan tostado.
Para Don Manuel la mantequilla se tiene que servir cortando únicamente la rebanada que se consumirá, depositándola en el pan recién tostado para que el calor que emite la suavice y luego se pueda distribuir por todo el pan.

Primero fueron palabras medio en tono de broma:
- Un chef corta la mantequilla y deja que se derrita –
- En repostería la mantequilla se debe raspar para evitar que se hagan grumos –

Después vinieron algunos reproches
- La mantequilla se debe cortar, si no se desperdician las orillas de la barra-
- Viene muy dura, no me gusta cortarla y prefiero rasparla –

Y siguieron los días, los meses y los años. El desayuno se volvió un tormento, dejaron de comentar las noticias de la mañana, dejaron de hablar de los hijos, y al momento de llegar la barra chispas cruzaban los ojos de ambos…

Ir a desayunar a casa de los abuelos era cada vez más difícil, se notaba la tensión y los comentarios hostiles que dejaron de concentrarse en la mantequilla para pasar a todos los aspectos de la vida, hasta los nietos salíamos involucrados cuando nos obligaban a tomar partido por el estilo “cortado” o el “raspado”.

Nunca sabré que pasó después, dejamos de ir a desayunar a su casa, hasta un día que nos invitaron a todos. Fuimos llegando poco a poco, con diferentes grados de sorpresa y nerviosismo. Nos sentaron a todos en la mesa larga del comedor, algunos pensaban que vendrían noticias funestas, los más chicos solo sentíamos la tensión en el ambiente, excepto por la persona sentada en la cabecera, Don Manuel y la que se sentaba a su derecha, Doña Lucero, que parecían estar más bien divertidas.

Llegó doña Feli con el pan y lo puso en el centro, salió y regresó con la leche, el café el azúcar… La tensión llegó a su límite cuando Feli volvió a salir, hasta que llegó de vuelta con la misma charola, con dos mantequilleras idénticas, cada una con una barra de mantequilla, una que había sido cortada hasta la mitad y otra desgastada por el centro de haber sido raspada.

No se puede negar que los abuelos son sabios, y nos dan lecciones de su sabiduría hasta cuando no quieren.

Don Manuel y Doña Lucero nunca pudieron convencerse de la forma “correcta” de comer mantequilla, pero se pudieron convencer y convencernos a todos de que las cosas se pueden resolver, y que con un poco de voluntad de las partes, toda historia puede tener final feliz.

¿Y el aguacate, como se debe cortar?

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Wow!
Que hermoso blog, que forma de escribir y sensibilizar...
Sea este el comienzo de lo que se convertirá en frecuentes visitas.

12:02 p.m.  

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