sábado, diciembre 25, 2004

Libre de Luchas

En un momento de flaqueza, lamento todo… cómo sería reconfortante que bajara Dios, que se supone que todo lo ve. Que viniera un juez con varios detectives, de esos de la televisión, que se supone que todo lo resuelven. Que las cámaras de Televisa me hubieran estado siguiendo como en una especie de Big Brother…
Que reconfortante sería tener a alguien imparcial, que tuviera todas las evidencias, y me pudiera decir que no soy el gran perdedor. Poder ver una repetición
Yo di, yo doy, yo hice, yo fui… lo mejor que pude, lo mejor que puedo…

Me siento como en la lucha libre, donde rudos y técnicos sostiene su eterna batalla… a mi me educaron para el bando técnico, no echarle montón a alguien vencido, no hacer faltas, no lastimar al contrario, ganarle con honor y sin humillarlo…
Enfrente me llenaron de rudos, educados simplemente para ganar, sin pensar qué puede pasar en la otra esquina…
Los fanáticos de los rudos siempre nos tratan de tontos, porque nuestros contrarios nos ofrecen la mano y cada vez vamos y nos acercamos para llevarnos un golpe… ellos no entienden que ya lo sabemos, que nos lo han hecho millares de veces, no entienden que lo que nos lleva a ofrecerles la mano no es la falta de criterio o de memoria, sino la esperanza de que alguna vez en alguno de esos rudos podamos encontrar alguien que quiera combatir parejo, con el honor que es nuestra vida…
Mi última batalla, máscara contra máscara, orgullo contra orgullo, campeonato mundial…
Arena llena, porras para ambos… empieza el combate…
Mi pelea es contra el peor de los rudos, el más peligroso, el más letal. Parece que un rudo es más terrible mientras menos cuenta se de de que lo es… Critica a otros rudos por tramposos, por sucios, por incapaces… y no se ha dado cuenta de que es uno más de ese bando…
Deja su esquina, me ofrece la mano… el ritual eterno… no puedo decir que confío, más bien albergo la esperanza… estiro mi mano, ya con el cuerpo duro para recibir el golpe, no me deja esperando, ataca de inmediato y sin piedad… -está bien, ya empezamos- pienso, y me preparo para el combate más duro de mi vida.
Los pormenores del combate están de más, y como con casi todas las historias, el final es lo que da sentido a todo el trayecto…

El truco de la silla, me lo han hecho mil veces también, le quitan una silla al público y me golpean con ella… normalmente habiendo despachado al árbitro con un movimiento “accidental”, y cuando el árbitro reacciona la silla ya está escondida y yo listo para ser rendido…

Pues si, de nuevo apareció el truco de la silla, con una variante que nunca antes había sufrido… primero el árbitro quedó noqueado como era de esperarse, apareció la silla, pero yo estaba preparado. Pese a la desventaja de estar desarmado me batí como un valiente, le vi de frente, luché y logré dejarle fuera de combate… por supuesto el árbitro no vio nada de eso y no me pudo dar la victoria… Mientras trataba de reanimarlo, mientras mi oponente estaba en el piso, sin poder ver nada… entonces apareció un fanático rudo, y me golpeó en la cabeza con la silla… nunca esperé ni pude defenderme del golpe. Mientras yo reaccionaba mi oponente pudo levantarse, tomar la silla y acabar conmigo justo a tiempo para la recuperación del referee… perdí…

Y mi oponente nunca supo como ganó, nunca supo que la batalla fue aún más injusta de lo que normalmente hubiera sido. Nadie se lo va a decir, y si alguien se atreve no se lo va a creer, y seguramente saldrá golpeado…

Yo estoy derrotado, no me duele tanto el perder sino la forma, me molesta mucho que mi oponente no sepa que nunca me hubiera ganado en igualdad de circunstancias, me molesta que crea que fue superior a mi…
Tengo dos consuelos: el primero, es que tarde o temprano alguien le ganará, y le pondrá en su lugar, aunque siempre tendrá mi máscara en su colección de trofeos… Pero ese es mi otro consuelo, el más grande… me deshice de la máscara, y ahora puedo ser más yo que nunca, dejo de ser un personaje, para ser una persona, dejo de ser un actor en el ring… Soy más real, más vivo y más humano que nunca…
Una mala experiencia… que al contrario de lo que podría parecer, no me invita a formar parte del bando rudo, al revés, me hace repudiarlo más que nunca, y sentirme más orgulloso de lo que soy y lo que creo… Porque nunca me va a devolver nada, porque cree que lo tiene, pero nunca me lo quitó…

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