lunes, noviembre 29, 2004

La Luna ahora es mía

La luna, nunca entendí por qué causa tanta emoción a los poetas y a los enamorados. Estoy de acuerdo en que emite una luz agradable, da tranquilidad, se ve majestuosa, pero no deja de ser una piedra que refleja el sol a muchísimos kilómetros de distancia de nosotros…
Tiempo después, fui entendiendo la magia de la luna, el secreto está en compartirla, porque está ahí, y porque alguna persona puede verla a kilómetros de distancia, une a los amantes cuando están separados, sirve de testigo de que se reencontrarán, y así como refleja la luz del sol hacia la tierra, sirve de espejo para ver aquello que se añora, aquello que se ama.
Compartí muchas lunas, algunas acompañado, otras a gran distancia pero también con compañía…
Hubo lunas muy dulces, otras más bien amargas, muy amargas, cargadas de tristeza, de rencor, de amargura… Esas fueron mis últimas lunas, lunas que no pude compartir, porque la persona que debía estar a mi lado, al menos en mi mente, insistió en que no ocuparía ese lugar. Insistió demasiado, dejando claro su punto en palabras acciones y actitudes…
Pase más de una noche sin poder ver a la luna, guardándole rencor, hasta que esta misma persona tuvo la brillante idea de añadirle algo a sus amenazas, el término definitivo, también con palabras acciones y actitudes…
Ahora, la luna es algo nuevo, porque puedo verla y no pensar en nadie, no compartirla con nadie, ahora la veo y comparto conmigo la noche, me alegra en las tristezas remanentes del dolor de quien la ocupaba antes… la veo y solo puedo pensar… Ahora es mía, es para mí, la luna ahora es mía…
Y la cara se me llena de sonrisa

29 de noviembre, 2004

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