lunes, noviembre 29, 2004

El cuento del pesero

Esa tarde, como todas las tardes saliendo de clases, en la esquina pasa el pesero, lleno de estudiantes y habitantes del pueblo que van o vienen a sus ocupaciones. Por el horario, el sol pegará en la mitad de los asientos, haciendo el viaje un poco más incómodo para aquellos que alcanzaron un lugar. De entre los asientos de sombra, solo unos cuantos se libran del desnivel de la rueda que impide bajar los pies o de un espacio reducido que comprime las rodillas. En fin, quizá sean cinco o seis los lugares realmente aptos para un viaje de poco mas de una hora, eso sin tomar en cuenta el olor del vecino, los enfrenones, y vueltas intempestivas. Bien vale la pena caminar diez minutos hasta la base de los peseros, y poder elegir el asiento, la caminata tampoco es muy agradable, esquivando automovilistas o excrementos de perro, tan abundantes en el pueblo. Pero cada tarde, saliendo de la escuela caminaba hasta la base, para tener el mejor lugar, sin llanta, sin sol y con espacio para estirar un poco los pies. El pesero arranca, quedan unos 10 lugares, todos de sol. Durante las primeras cuadras, otros alumnos que no pudieron terminar el viaje hasta la base abordan, algunos se saludan, también abordan algunos habitantes locales, la pelea por los 3 lugares apretados y de sol resulta demasiado fuerte tomando en cuenta la calidad del premio que les espera. El pesero sigue y llega justo a la escuela, y como siempre las señoritas más bellas suben esperando que algún caballero les ceda el lugar, pero no, hoy caminé hasta la base, como todos los días para tener el mejor lugar, mi caminata me da derecho a no darles mi asiento, ellas no hicieron nada por viajar más cómodas. Entonces, sube aquella señora, con el niño en brazos, debe vivir cerca de la escuela. Ya no quedan lugares, incluso los que van de pie ya vienen apretados, me levanto y ella se sienta, agradece discretamente y sin saberlo se queda con el mejor lugar en todo el pesero, creo que nunca se ha dado cuenta, de que siempre es la misma persona la que se levanta y de que siempre su lugar es el mejor, pero viaja cómoda los veinte minutos que dura su viaje, qué mejor razón para caminar hasta la base. Luego, se baja y alguna de las bellas de la escuela ágilmente toma su puesto y yo continuo, otros cuarenta y cinco minutos de viaje de pie.

17 de noviembre, 2003

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